“Crece el barro rojo sobre el torno, entre las manos amorosas, flexibles y decididas del ceramista, se crea en ese momento un nuevo objeto, un centro, un florero, un tarro… el hombre viene haciéndolo desde siempre, con técnicas que han ido cambiando y perfeccionándose pero que conservan la elementalidad de su origen. Es esta una de las más queridas y próximas de las artesanías que nos abrigan el entorno de la casa, una, de las que de esta o aquella forma o calidad siempre están presentes en nuestro medio diario.
En el marco natural del Darro vecinos del Bañuelo y del Maristan, Al Yarrar elabora sus piezas y las decora con el bello modelo de los azules del cielo, los rojos de la Alhambra, los verdes y amarillos del bosque, los dorados de los albores y crepúsculos del día, los nacarados de la Sierra… hay donde mirar y donde llenarse de luz y color para trabajar y poder combinar, con el arte que lo hacen ellos, la paleta de belleza que deslizan en las brillantes superficies de su cacharrería.
De pronto, Granada se sorprende de encontrar aquellas piezas de Fez entre nosotros, como si nunca se hubiera ido anteriormente; de estas al estilo Nazarí, como si el tiempo no contara en fechas ni espacios… y no cuenta, pues todo es lento y cuidado para que su acabado no presente, objeción alguna, para que su humilde destino la ennoblezca y acaben algún día, como aquellas de los siglos pasados, en las vitrinas de los museos del mundo, después de ser de utilidad y consuelo entre múltiples manos, admiración a muchos ojos, deseo en muchos sencillos espectadores.
Pido pasear y acercarnos a estos talleres, como buen ejercicio de práctica de la belleza más cercana.”
Fernando Aguacil Rodríguez